Si bien las mascarillas de papel y tela pueden ayudar a controlar la propagación del coronavirus entre el público en general, resultan insuficiente para el personal sanitario que trabaja en cuidados intensivos.
Ahí, donde el riesgo de infección es mayor, se hace imprescindible un equipo de protección de un estándar mucho más alto, capaz de proteger completamente del virus.
La forma más simple de cubrirse la cara es la máscara quirúrgica, generalmente hecha de tres capas de papel o tela.
Son resistentes a las pequeñas gotas que se desprenden por la tos o los estornudos, pero ofrecen poca protección contra las partículas virales, que tienen un tamaño de alrededor de 100 nanómetros (billonésima parte de un metro).
«Una máscara, que cubre la nariz y la boca pero que no se ajusta bien a la cara, es una barrera para las partículas que podrías expulsar», explica la doctora Nikki McCullough, jefe de seguridad de 3M, uno de los mayores proveedores mundiales de elementos de protección respiratoria.
Sin embargo, «la máscara no impedirá que respires partículas muy pequeñas».
¿Cuáles son las otras opciones?
Mascarillas o respiradores
Las mascarillas también conocidas como respiradores, que no debe confundirse con el respirador o ventilador mecánico, están diseñadas para ajustarse firmemente a la cara y requieren un proceso de ajuste riguroso.
«Cuando inhalas, todo el aire pasa a través de un filtro, y ello ha sido probado con un estándar de rendimiento», afirma McCullough.
«Por lo tanto, puedes estar seguro de que si se sella bien la cara, el respirador está reduciendo la cantidad de partículas que vas a respirar y va hacia los pulmones».
Estos respiradores vienen en varias formas diferentes, con o sin filtro, algunos están diseñados para ser desechables, mientras que otros pueden desinfectarse y reutilizarse.
